Gaviria y Uribe anuncian una gran coalición “desde Vargas Lleras hasta Fajardo y Abelardo” para 2026
En un movimiento que empieza a redefinir el mapa político colombiano de cara a las elecciones presidenciales de 2026, los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y César Gaviria Trujillo se reunieron este viernes en Llanogrande (Antioquia) para formalizar los primeros trazos de una gran coalición opositora frente al proyecto de izquierda liderado por el gobierno de Gustavo Petro. Al pacto se sumó además Germán Vargas Lleras, quien advirtió que más de 70 aspirantes presidenciales dispersos “debilitarían al Congreso y favorecerían al oficialismo”.

Una alianza que va más allá de una simple declaración
La cumbre entre Uribe y Gaviria, dos figuras históricas que en otros tiempos fueron antagonistas, marcó un giro significativo. Según los reportes de prensa, la conversación entre ellos durante más de tres horas giró en torno a la construcción de un frente político que agrupe al liberalismo, la derecha y el centro-derecha, y que tenga como principal objetivo desbancar al proyecto progresista del actual gobierno.
En ese contexto, Uribe hizo alusión a un mecanismo de consulta amplia, apuntando nombres que podrían ir “desde Abelardo de la Espriella hasta Sergio Fajardo”, lo que revela la amplitud de pretensión: unir distintos sectores ideológicos bajo una misma candidatura o consulta.
Por su parte, Vargas Lleras, a través de sus declaraciones públicas, emplazó a una “depuración” de candidaturas antes de diciembre, insistiendo en que el exceso de aspirantes este 2026 podría dividir la oposición y fortalecer al oficialismo.
¿Por qué ahora y qué buscan?
La reunión se produce en un momento de transición y elevada tensión en el escenario político colombiano. El oficialismo busca consolidar su proyecto progresista, mientras la oposición enfrenta el reto de rearticularse frente a la base estructural del petrismo. Esta alianza emergente pretende:
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Generar una alternativa competitiva y cohesionada rumbo a la presidencia.
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Evitar la fragmentación de votos de la oposición, considerada un riesgo recurrente.
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Plantear una narrativa de “orden, seguridad y libertad económica” frente a lo que denominan como un proyecto hegemónico de izquierda.
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Presentar un “frente democrático” que trascienda los partidos tradicionales.
 
Uribe, quien ha retomado su influencia tras su absolución judicial, aparece como gestor y mediador principal del esquema. Gaviria, como líder del liberalismo, aporta la posibilidad de abrir puentes hacia el centro político. Vargas Lleras ofrece un perfil alternativo que conecta con lo que muchos ven como una “renovación” necesaria del poder en Colombia.
Los retos de la gran coalición
Aunque la iniciativa arroja ambición, también enfrenta obstáculos estructurales y políticos:
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Unificación de candidaturas: lograr que distintos sectores acepten someterse a una consulta única o lista común requerirá concesiones y negociación.
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Definición programática: agrupar a diversos actores ideológicos implica fijar una agenda coherente que supere diferencias históricas.
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Movilización territorial: la fórmula debe escalar regionalmente y no depender solo de su baterías tradicionales.
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Percepción pública: la figura de Uribe sigue polarizando, lo que puede ampliar su base pero también limitar su alcance en sectores moderados.
 
Según analistas, el éxito de esta coalición dependerá de su capacidad para
Las implicaciones para la carrera presidencial 2026
La formalización de esta alianza podría tener múltiples efectos sobre el tablero político:
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Reconfigura la centralización del poder en torno a un bloque opositor frente al oficialismo.
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Presiona al gobierno para intensificar su estrategia mediática y de movilización interna.
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Eleva la expectativa sobre quién será el candidato único que surgirá de este frente; aunque por ahora no se ha definido.
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Incrementa la importancia de consultas internas y listas cerradas para evitar dispersión del voto.
 
La dinámica se prestará a vigilancia sobre posibles candidaturas emergentes, procesos de consulta o alianzas que trasciendan los partidos tradicionales. En ese sentido, la decisión de Vargas Lleras de acelerar el proceso es clave para las próximas semanas.
¿Qué sigue?
Los siguientes hitos que definirán el rumbo de esta coalición incluyen:
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Una segunda cumbre que concrete los mecanismos de consulta o selección de candidato.
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La definición de una
agenda mínima compartida, especialmente en seguridad, economía y gobernabilidad. - 
El lanzamiento formal del bloque con actos de movilización en diversas regiones del país.
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Un seguimiento cercano al comportamiento de los partidos involucrados para evitar rupturas internas o deserciones.
 
Las elecciones de 2026 ya no serán una etapa distante; esta coalición opositora pretende posicionarse como actor clave del proceso desde ahora. El éxito dependerá de su capacidad de articular, movilizar y persuadir.
Conclusión
La reunión entre Uribe, Gaviria y Vargas Lleras marca una nueva fase en la política colombiana. No se trata únicamente de una alianza simbólica, sino de una estrategia activa para enfrentar al poder en el que se basa el actual gobierno de Petro. Si logra superar diferencias internas y construir una estructura amplia, podría convertirse en la fuerza que dirima el próximo ciclo electoral.
No obstante, el reto es mayúsculo: redefinir la oposición, consolidar liderazgos, evitar dispersión e integrar una agenda compartida. En este juego político, la coalición tendrá que demostrar que puede traducir su “momento histórico” en votos y resultados para 2026.
Este artículo se basa en información de organismos públicos y medios de comunicación de Colombia. No representa respaldo a ninguna candidatura o partido político.
El Toro de $6,500 que Necesitaba Solo un Poco de Menta

Siempre he creído que un hombre de campo puede equivocarse una o dos veces en la vida, pero cuando te equivocas con un toro… esa sí que duele. Y no lo digo solo por el bolsillo.
Hace unos meses decidí invertir en algo grande: un toro Black Angus registrado, de esos que aparecen en los catálogos con nombre de linaje, certificado de ADN y una foto donde parece modelo de calendario ganadero.
El vendedor lo describió como “una máquina genética, potencia pura, el sueño de cualquier criador”.

Y yo, claro, me lo creí.
$6,500 dólares. Esa fue la cifra que dolió, pero lo pagué convencido de que estaba asegurando el futuro de mi pequeño rancho y de mi rebaño.
El día que lo traje a casa, el camión llegó levantando polvo por el camino de tierra. Bajó del remolque con paso pesado, brillante, musculoso, con ese aire altivo que tienen los animales que saben que valen más que tú.
Hasta mi esposa dijo:
—Caray, ese toro parece un atleta.
Yo asentí con orgullo.
Lo solté en el potrero principal, justo donde pastaban mis mejores vacas, todas listas para la temporada de cría. Era el momento de ver resultados.
Pero pasaron las horas… y nada.
El toro comía pasto. Mucho pasto.
Miraba a las vacas como quien mira una nube: sin interés, sin emoción, sin propósito alguno.
“Debe estar cansado del viaje”, pensé.
Le di un día. Luego dos. Luego una semana.
Y seguía igual: pastando, bebiendo agua y echándose bajo el árbol a dormir la siesta. Ni un mugido apasionado, ni una mirada romántica, nada.
Mientras tanto, las vacas lo observaban con una mezcla de curiosidad y decepción.
Una mañana, al verlo tumbado mientras las vacas pastaban a su alrededor, no aguanté más y le grité desde la cerca:
—¡Vamos, campeón! ¡Despierta! ¡Haz lo tuyo!
El toro apenas levantó la cabeza, me miró como diciendo “¿qué quieres de mí?” y siguió masticando.
Fue entonces cuando empecé a sospechar que algo andaba mal. Muy mal.
Empecé a hacer cuentas mentales: $6,500 por un toro que solo sirve de ornamento.
El vecino se enteró y no tardó en burlarse:
—Oye, ¿no será que te vendieron un toro filósofo? —me dijo riendo—. Puro pensar, nada de hacer.
No lo voy a negar: esa noche me costó dormir.
Al día siguiente, decidí llamar al veterinario. Un hombre serio, de confianza, que ha tratado todo tipo de animales, desde caballos de carrera hasta gallinas con estrés.
Llegó con su camioneta blanca y una caja llena de instrumentos. Me miró, sonrió y dijo:
—¿Dónde está el paciente?
Le señalé el potrero.
El toro estaba ahí, echado otra vez, rumiando con total tranquilidad, como si nada en el mundo le preocupara.
El veterinario lo observó un rato, luego lo examinó con cuidado: ojos, orejas, temperatura, pulso, todo.
Finalmente, se levantó, me dio una palmada en el hombro y dijo:
—El animal está perfectamente sano. Lo único… quizás es un poco joven todavía.
—¿Joven? —pregunté incrédulo—. ¡Pero si pesa más que mi camioneta!
El veterinario rió.
—Sí, pero a veces los toros tardan un poco en “despertar” su interés. No se preocupe, tengo algo que puede ayudar.
Sacó un frasquito con unas pastillas verdes y me explicó:
—Dale una de estas al día, mezclada en su alimento. Nada más.
Le pregunté qué era exactamente, y solo me respondió con una sonrisa:
—Digamos que… un pequeño estímulo natural.
Esa misma tarde, le di la primera pastilla. El toro la tragó sin problema, como si fuera un caramelo.
Al día siguiente, otra.
Y entonces, al segundo día… empezó el espectáculo.
Desde el amanecer, el toro ya no estaba echado.
Lo vi de pie, resoplando, caminando con una energía que nunca antes había mostrado. Sus ojos brillaban, su cabeza alta, su paso firme.
Me acerqué curioso y apenas pude creer lo que vi: el toro había descubierto su propósito en la vida.
Primero fue una vaca… luego otra… y otra más.
En cuestión de horas, el potrero parecía una fiesta. Las vacas corrían, el toro las perseguía, y los demás animales miraban asombrados.
Hasta los caballos se apartaban del camino.
Esa noche, mi esposa, al ver el alboroto, me dijo desde la ventana:
—¿Qué está pasando allá afuera?
Le respondí con una sonrisa:
—Creo que por fin valieron los $6,500.
Al día siguiente, las cosas se salieron de control.
El toro rompió una parte de la cerca, saltó al terreno del vecino y siguió con las vacas de él como si nada.
Cuando el vecino me llamó, su tono era entre molesto y divertido:
—¡Oye! ¡Tu toro está de visita y parece que no piensa irse pronto!
Tuvimos que ir a buscarlo entre risas y empujones. El animal no quería regresar.
Y cuando por fin lo hicimos volver al potrero, estaba exhausto… pero feliz.
Desde entonces, lo apodamos “El Máquina”.
Cada mañana lo veía de pie, orgulloso, con ese aire de conquistador. Las vacas parecían encantadas, y yo también.
Mis amigos comenzaron a visitarme solo para conocer al famoso toro que “revivió gracias a una pastilla misteriosa”.
Incluso el veterinario volvió una semana después para hacer un chequeo y no pudo contener la risa al ver al toro tan activo.
—Bueno, parece que funcionó —me dijo.
—¡Funcionó demasiado! —le respondí—. Rompió la cerca, agotó a mis vacas y casi me cuesta una amistad con el vecino.
El veterinario se rió aún más y, guiñándome un ojo, agregó:
—Solo le di un suplemento natural, nada peligroso. Pero, por cierto, dicen que tienen un sabor agradable… algo mentolado.
Esa noche, mientras contaba la historia en el bar del pueblo, todos se reían.
Y cuando mencioné que las pastillas sabían a menta, hubo un silencio breve… y luego una carcajada general.
—¡No me digas que las probaste! —gritó uno.
—Bueno… tenía curiosidad —respondí sonriendo—. ¡Y qué quieren que les diga! Me sentí con más energía también.
Desde entonces, mi historia se hizo famosa en toda la región.
Cada vez que alguien se queja de haber comprado algo inútil, los demás le dicen:
“Tranquilo, dale una pastilla de menta, como el toro de Juan.”
Hoy en día, el Black Angus sigue siendo el orgullo del rancho.
Mis vacas están más que satisfechas, el negocio prospera, y cada vez que alguien pregunta por el secreto, yo solo contesto:
“Paciencia… y un poco de menta.”
Moral de la historia:
A veces, en la vida —igual que con los toros— lo que necesitamos no es fuerza ni dinero, sino un pequeño empujón… y una buena dosis de humor para ver los milagros del campo.