Más de 15.000 personas respaldan a Abelardo de la Espriella en el Movistar Arena: ¿un antes y un después en su campaña?
Este lunes, el abogado y empresario Abelardo de la Espriella —precandidato presidencial con su movimiento Defensores de la Patria— protagonizó lo que muchos califican como uno de los “actos políticos más masivos” del año al reunir a más de

Masiva asistencia tuvo el acto político del aspirante a la presidencia Abelardo de la Espriella, celebrado en Bogotá. FOTO tomada de redes sociales
Convención con aforo completo y ambiente de “movimiento”
La venta de boletas alcanzó el sold out en apenas cuatro días, lo que los organizadores atribuyeron a un “fervor genuino de la ciudadanía” y no a mecanismos tradicionales de movilización política como autobuses o incentivos económicos. “Esto no es con buses ni tamales…”, afirmó de la Espriella durante una entrevista con
Las imágenes del recinto muestran un escenario inusual para una precampaña: graderías llenas en los tres niveles, luces, pancartas, y decenas de miles de personas moviéndose al hashtag
Un evento que mezcla política, espectáculo y propuesta
Más que un mitin convencional, la convención incluyó la presencia de artistas, influencers y personalidades del entretenimiento junto a figuras de la política. En el escenario estuvieron nombres como la periodista española Eva Rey, el conferencista Daniel Habif y el futbolista Faustino “Asprilla” Asprilla, entre otros.
De la Espriella aprovechó para presentar su visión política: un discurso de “libertad, institucionalidad y patriotismo”, dirigido a esos ciudadanos que se sienten excluidos por los partidos tradicionales. “Una cosa va a ser esta candidatura antes y otra después del Movistar”, dijo para enfatizar el carácter simbólico del evento.
¿Qué representa este acto en el tablero político de 2026?
El lleno del Movistar Arena tiene implicaciones concretas para la campaña de de la Espriella:
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Demuestra la capacidad de movilización independiente del candidato, lo que le brinda visibilidad y credibilidad ante el electorado.
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Refuerza su rol como alternativa para la derecha y los sectores conservadores que buscan renovación frente al poder actual.
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Lanza un señal claro: el proceso electoral en Colombia empieza a moverse de manera anticipada y el candidato que logre agrupar masa crítica tendrá ventaja competitiva.
 
Según analistas, la magnitud del evento obliga a otros precandidatos a posicionarse con urgencia o correr el riesgo de quedarse atrás en la carrera presidencial.
Los riesgos que acompañan el impulso
Aunque la convocatoria es notable, también presenta desafíos que podrían condicionar el próximo año:
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Conversión a votos reales: movilizar 15.000 personas a un evento no garantiza los mismos resultados en una elección nacional. La estructura regional y el voto efectivo serán clave.
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Consistencia de discurso: el estilo mediático debe ir acompañado de un programa político claro, propuestas sólidas y capacidad de articulación institucional.
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Alianzas estratégicas: en una fragmentada jornada electoral como la de Colombia, es esencial que el movimiento logre tejer conexiones partidarias y políticas para trascender el evento.
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Imagen pública: la figura de de la Espriella, aunque emergente y dinámica, también genera polarización, lo que puede limitar su crecimiento hacia sectores más moderados del electorado.
 
Lo que viene
La convención en Bogotá parece haber sido solo el primer paso. Desde su equipo han anunciado que esta movilización será replicada en otras regiones del país, con el objetivo de consolidar una base territorial. Además, se espera que el candidato lance formalmente su programa de gobierno y empiece a recabar firmas para su inscripción como aspirante a la Presidencia de la República.
Por otro lado, el evento abre un calendario político de precampaña que empieza a ser visto como una elección anticipada, donde cada evento, declaración y movilización pueden modificar las dinámicas de poder. Para de la Espriella, la pregunta es si este “rugido” del Movistar será el inicio de un salto cualitativo hacia 2026 o una maniobra mediática con eco limitado.
Conclusión
El lleno espectacular del Movistar Arena por parte de Abelardo de la Espriella no es un hecho menor. Representa un fenómeno de movilización, narrativa y proyección dentro de la precampaña presidencial colombiana. Al mismo tiempo, marca un punto de inflexión en su movimiento político y en el escenario de la derecha en Colombia.
Sin embargo, el verdadero desafío está en transformar la convocatoria en estructura, la emoción en programa y el apoyo en voto. Si lo consigue, podría convertirse en la sorpresa de 2026. Si no, será un episodio efímero en una campaña cada vez más competitiva y fragmentada.
El Toro de $6,500 que Necesitaba Solo un Poco de Menta

Siempre he creído que un hombre de campo puede equivocarse una o dos veces en la vida, pero cuando te equivocas con un toro… esa sí que duele. Y no lo digo solo por el bolsillo.
Hace unos meses decidí invertir en algo grande: un toro Black Angus registrado, de esos que aparecen en los catálogos con nombre de linaje, certificado de ADN y una foto donde parece modelo de calendario ganadero.
El vendedor lo describió como “una máquina genética, potencia pura, el sueño de cualquier criador”.

Y yo, claro, me lo creí.
$6,500 dólares. Esa fue la cifra que dolió, pero lo pagué convencido de que estaba asegurando el futuro de mi pequeño rancho y de mi rebaño.
El día que lo traje a casa, el camión llegó levantando polvo por el camino de tierra. Bajó del remolque con paso pesado, brillante, musculoso, con ese aire altivo que tienen los animales que saben que valen más que tú.
Hasta mi esposa dijo:
—Caray, ese toro parece un atleta.
Yo asentí con orgullo.
Lo solté en el potrero principal, justo donde pastaban mis mejores vacas, todas listas para la temporada de cría. Era el momento de ver resultados.
Pero pasaron las horas… y nada.
El toro comía pasto. Mucho pasto.
Miraba a las vacas como quien mira una nube: sin interés, sin emoción, sin propósito alguno.
“Debe estar cansado del viaje”, pensé.
Le di un día. Luego dos. Luego una semana.
Y seguía igual: pastando, bebiendo agua y echándose bajo el árbol a dormir la siesta. Ni un mugido apasionado, ni una mirada romántica, nada.
Mientras tanto, las vacas lo observaban con una mezcla de curiosidad y decepción.
Una mañana, al verlo tumbado mientras las vacas pastaban a su alrededor, no aguanté más y le grité desde la cerca:
—¡Vamos, campeón! ¡Despierta! ¡Haz lo tuyo!
El toro apenas levantó la cabeza, me miró como diciendo “¿qué quieres de mí?” y siguió masticando.
Fue entonces cuando empecé a sospechar que algo andaba mal. Muy mal.
Empecé a hacer cuentas mentales: $6,500 por un toro que solo sirve de ornamento.
El vecino se enteró y no tardó en burlarse:
—Oye, ¿no será que te vendieron un toro filósofo? —me dijo riendo—. Puro pensar, nada de hacer.
No lo voy a negar: esa noche me costó dormir.
Al día siguiente, decidí llamar al veterinario. Un hombre serio, de confianza, que ha tratado todo tipo de animales, desde caballos de carrera hasta gallinas con estrés.
Llegó con su camioneta blanca y una caja llena de instrumentos. Me miró, sonrió y dijo:
—¿Dónde está el paciente?
Le señalé el potrero.
El toro estaba ahí, echado otra vez, rumiando con total tranquilidad, como si nada en el mundo le preocupara.
El veterinario lo observó un rato, luego lo examinó con cuidado: ojos, orejas, temperatura, pulso, todo.
Finalmente, se levantó, me dio una palmada en el hombro y dijo:
—El animal está perfectamente sano. Lo único… quizás es un poco joven todavía.
—¿Joven? —pregunté incrédulo—. ¡Pero si pesa más que mi camioneta!
El veterinario rió.
—Sí, pero a veces los toros tardan un poco en “despertar” su interés. No se preocupe, tengo algo que puede ayudar.
Sacó un frasquito con unas pastillas verdes y me explicó:
—Dale una de estas al día, mezclada en su alimento. Nada más.
Le pregunté qué era exactamente, y solo me respondió con una sonrisa:
—Digamos que… un pequeño estímulo natural.
Esa misma tarde, le di la primera pastilla. El toro la tragó sin problema, como si fuera un caramelo.
Al día siguiente, otra.
Y entonces, al segundo día… empezó el espectáculo.
Desde el amanecer, el toro ya no estaba echado.
Lo vi de pie, resoplando, caminando con una energía que nunca antes había mostrado. Sus ojos brillaban, su cabeza alta, su paso firme.
Me acerqué curioso y apenas pude creer lo que vi: el toro había descubierto su propósito en la vida.
Primero fue una vaca… luego otra… y otra más.
En cuestión de horas, el potrero parecía una fiesta. Las vacas corrían, el toro las perseguía, y los demás animales miraban asombrados.
Hasta los caballos se apartaban del camino.
Esa noche, mi esposa, al ver el alboroto, me dijo desde la ventana:
—¿Qué está pasando allá afuera?
Le respondí con una sonrisa:
—Creo que por fin valieron los $6,500.
Al día siguiente, las cosas se salieron de control.
El toro rompió una parte de la cerca, saltó al terreno del vecino y siguió con las vacas de él como si nada.
Cuando el vecino me llamó, su tono era entre molesto y divertido:
—¡Oye! ¡Tu toro está de visita y parece que no piensa irse pronto!
Tuvimos que ir a buscarlo entre risas y empujones. El animal no quería regresar.
Y cuando por fin lo hicimos volver al potrero, estaba exhausto… pero feliz.
Desde entonces, lo apodamos “El Máquina”.
Cada mañana lo veía de pie, orgulloso, con ese aire de conquistador. Las vacas parecían encantadas, y yo también.
Mis amigos comenzaron a visitarme solo para conocer al famoso toro que “revivió gracias a una pastilla misteriosa”.
Incluso el veterinario volvió una semana después para hacer un chequeo y no pudo contener la risa al ver al toro tan activo.
—Bueno, parece que funcionó —me dijo.
—¡Funcionó demasiado! —le respondí—. Rompió la cerca, agotó a mis vacas y casi me cuesta una amistad con el vecino.
El veterinario se rió aún más y, guiñándome un ojo, agregó:
—Solo le di un suplemento natural, nada peligroso. Pero, por cierto, dicen que tienen un sabor agradable… algo mentolado.
Esa noche, mientras contaba la historia en el bar del pueblo, todos se reían.
Y cuando mencioné que las pastillas sabían a menta, hubo un silencio breve… y luego una carcajada general.
—¡No me digas que las probaste! —gritó uno.
—Bueno… tenía curiosidad —respondí sonriendo—. ¡Y qué quieren que les diga! Me sentí con más energía también.
Desde entonces, mi historia se hizo famosa en toda la región.
Cada vez que alguien se queja de haber comprado algo inútil, los demás le dicen:
“Tranquilo, dale una pastilla de menta, como el toro de Juan.”
Hoy en día, el Black Angus sigue siendo el orgullo del rancho.
Mis vacas están más que satisfechas, el negocio prospera, y cada vez que alguien pregunta por el secreto, yo solo contesto:
“Paciencia… y un poco de menta.”
Moral de la historia:
A veces, en la vida —igual que con los toros— lo que necesitamos no es fuerza ni dinero, sino un pequeño empujón… y una buena dosis de humor para ver los milagros del campo.