Álvaro Uribe confirma su aspiración al Senado en 2026
El expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez, líder histórico del uribismo, dio un paso decisivo en su regreso al primer plano político al anunciar su candidatura al Senado en las elecciones de 2026. Esta decisión marca un nuevo capítulo en su trayectoria y deja claro que no se trata solo de una vuelta simbólica, sino de una estrategia estructurada para disputar nuevamente la relevancia del Centro Democrático en la arena nacional.

Una candidatura que se genera tras un proceso complicado
Uribe se encuentra en medio de una recuperación judicial que le permitió recuperar su libertad y retomar su papel dentro de la política activa. Un reciente fallo del Tribunal Superior de Bogotá revocó su sanción de prisión domiciliaria por soborno en actuación penal y fraude procesal, lo que le abrió nuevamente la posibilidad de participar de forma plena en la política. Según medios especializados, el movimiento busca canalizar ese retorno y convertirlo en un punto de inflexión para la derecha colombiana. 
En su anuncio, Uribe confirmó que ocupará el puesto número 25 en la lista cerrada del Centro Democrático para el Senado, lo que simboliza tanto una participación personal directa como el impulso de otros congresistas jóvenes dentro de su movimiento. Esta posición también evidencia que Uribe se visualiza como un referente detrás de escena, más que candidato a la Presidencia, pero con capacidad de influencia decisiva.
¿Qué busca el uribismo con este movimiento?
La estrategia detrás de la candidatura de Uribe responde a varias líneas de acción claramente definidas:
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Reforzar la base legislativa: Al regresar al Congreso, Uribe pretende garantizar que el Centro Democrático tenga un bloque fuerte de congresistas que le permitan influir en las grandes decisiones entre 2026 y 2030. El Senado se convierte así en plataforma para articular reformas, alianzas y confrontaciones con el gobierno de turno.
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Construir un puente hacia 2026: Aunque no es candidato presidencial, Uribe busca posicionar a su movimiento como una alternativa sólida al petrismo de cara a la elección presidencial. Diversos analistas sugieren que su fichaje al Senado es el primer paso de un plan mayor para definir al candidato que encabece la derecha.
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Recuperar el protagonismo ideológico y de liderazgo: Tras años de controversias jurídicas y una aparente retirada del primer plano político, esta decisión pretende concretar un retorno simbólico y real del uribismo. Uribe ha enfatizado que el objetivo ya no es “echar” al gobierno actual, sino construir una alternativa de poder: “No vamos a decir fuera Petro, vamos a decir adentro democracia”.
 
El contexto electoral y sus desafíos
La elección de Uribe al Senado se produce en un momento complejo y dinámico para la política colombiana. Mientras el oficialismo atraviesa tensiones internas y desgaste por parte de la opinión pública, el uribismo detecta una ventana de oportunidad para reagruparse y liderar la oposición con un perfil renovado.
Sin embargo, el movimiento enfrenta retos importantes:
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Percepción pública y desgaste: La figura de Uribe sigue siendo polarizadora. Su regreso genera tanto apoyo ferviente como rechazo profundo en ciertos sectores. Algunos analistas advierten que su retorno podría reactivar antiguos rencores políticos.
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Alternativas internas: Aunque Uribe será la cabeza simbólica del proyecto, el Centro Democrático aún debe definir al candidato presidencial para 2026. La apuesta por una lista cerrada y por nuevos congresistas busca rejuvenecer la imagen del partido, pero también conlleva tensiones internas.
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Estrategia frente al oficialismo: El hecho de que Uribe no asuma directamente la candidatura presidencial abre preguntas sobre cómo canalizará el liderazgo y cómo se articularán las alianzas para 2026. El tiempo será esencial para ver si logra consolidar un bloque competitivo que vaya más allá del símbolo.
 
Significado y repercusiones
El retorno de Uribe a la contienda política no solo representa un hecho individual, sino un movimiento estratégico con amplias implicaciones:
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Refuerza la idea de que la década de los 2000, marcada por su administración, aún tiene relevancia en la política colombiana.
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Activa el juego electoral de 2026 con anticipación, obligando a otros bloques a replantear estrategias.
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Señala que el Senado puede volver a ser un epicentro de articulación del poder legislativo para el uribismo.
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Marca un momento de renovación para la derecha colombiana, que busca un equilibrio entre continuidad y reconfiguración.
 
Conclusión
Álvaro Uribe Vélez ha decidido regresar de lleno al escenario político a través de una candidatura al Senado para 2026, respaldada por una plataforma estructurada y con visión estratégica. Aunque ha renunciado a una nueva postulación presidencial debido a la inhabilidad legal de reelección, su papel será clave en la definición del rumbo del Centro Democrático y de la derecha en Colombia. Su anuncio no es solo una señal de retorno, sino un aviso de que sus seguidores están listos para volver a competir con fuerza. El próximo paso será observar si este primer movimiento logra traducirse en una plataforma electoral robusta y en una candidatura que pueda disputar seriamente el poder en 2026.
¡Si alguna vez ves algo como esto, no lo toques bajo ninguna circunstancia! ¡Informa de inmediato a las autoridades correspondientes!

¡Si alguna vez ves algo como esto, no lo toques bajo ninguna circunstancia! ¡Informa de inmediato a las autoridades correspondientes!
Era un domingo perfecto. El cielo, despejado y azul; la brisa, suave y tibia; los niños, riendo sin parar. Después de una semana agotadora, por fin habíamos decidido hacer algo sencillo y feliz: un picnic en el parque.
Llevábamos una manta a cuadros, una canasta con jugo, emparedados y frutas, y una pelota para que los pequeños corrieran. Todo parecía sacado de una postal.
Mientras mi esposo y yo descansábamos sobre el césped, mirando cómo las nubes formaban figuras, los niños jugaban a unos metros. El mayor intentaba atrapar mariposas, la pequeña construía un castillo de hojas secas, y nuestro hijo menor corría de un lado a otro, curioso, explorando cada rincón como si el parque fuera un universo por descubrir.
—Este lugar es perfecto —dije, cerrando los ojos.
—Sí —respondió mi esposo—. Después de tanto estrés, necesitábamos esto.
Estuvimos unos minutos en silencio, solo escuchando el canto de los pájaros y las risas de los niños. Hasta que, de repente, la voz emocionada de nuestro hijo rompió la calma.
—¡Mamá, mira este árbol tan bonito! ¡Tiene patrones por todas partes! —gritó desde unos metros más allá.
Levanté la cabeza, sonriendo. Pensé que había encontrado un tronco con formas curiosas, de esos que parecen tener caras o dibujos naturales. Pero cuando vi la expresión de mi esposo, algo en mí se tensó.
Él se incorporó de golpe, con el rostro completamente pálido, y sin decir palabra salió corriendo hacia el niño.
—¡Daniel! ¡No lo toques! —gritó con una voz que me heló la sangre.
Todo pasó en segundos. Daniel ya estaba extendiendo la mano, a solo unos centímetros del tronco, cuando su padre lo alcanzó y lo apartó bruscamente.
Yo corrí detrás de ellos, sin entender nada. Pero al llegar… me quedé sin aire.
El “árbol bonito” que había llamado la atención de nuestro hijo no tenía patrones en su corteza. Lo que cubría el tronco era algo que se movía… lentamente, en masa, como una marea viva.
Miles de orugas peludas lo recubrían desde la base hasta las ramas más bajas. Eran negras y marrones, con pelos blancos y dorados que brillaban bajo el sol. Un enjambre viscoso, palpitante, trepando en todas direcciones.
El tronco parecía respirar.
Retrocedí instintivamente, llevándome la mano a la boca. Sentí una mezcla de asco y horror.
—¡Dios mío! —susurré.
Mi esposo seguía abrazando a Daniel, que lo miraba confundido.
—Papá, ¿qué pasa? Solo quería tocar el árbol…
—No, hijo. No sabes lo peligroso que puede ser eso.
Luego me miró y me dijo con voz grave:
—Son orugas procesionarias. Sus pelos tienen un veneno urticante. Si Daniel las hubiese tocado, habría terminado con la piel llena de ampollas… o peor, con una reacción alérgica grave.
No lo podía creer. Yo había oído hablar de esas orugas, pero nunca las había visto tan de cerca, y mucho menos en tal cantidad. Eran como una alfombra viva, silenciosa y amenazante.
Durante unos minutos, los tres nos quedamos mirando aquella escena, sin hablar. A pocos metros, otros niños seguían jugando, ajenos al peligro. Mi esposo les advirtió a sus padres, y pronto todos se alejaron de la zona, llevando a sus hijos de la mano.
Una mujer comentó que en esa zona del parque ya habían puesto avisos semanas atrás, porque las orugas estaban en temporada de migración y solían formar grandes colonias en los árboles. Pero nadie había imaginado algo tan masivo.
—Parece una pesadilla —murmuré.
—La naturaleza a veces puede ser así —respondió él, con tono serio—. Hermosa y peligrosa al mismo tiempo.
Nos alejamos unos metros más, hasta donde la sombra era segura, y nos sentamos de nuevo en la manta. Daniel, aún algo asustado, se acurrucó a mi lado.
—¿De verdad podían hacerme daño? —preguntó.
—Sí, cariño. Pero lo importante es que papá fue rápido.
Lo abracé fuerte, sintiendo todavía el pulso acelerado. En mi mente, no podía dejar de pensar en lo que habría pasado si mi esposo hubiera tardado un segundo más.
El resto del picnic transcurrió con una mezcla de alivio y silencio. Los niños jugaron más cerca, y nosotros no perdíamos de vista ni un movimiento.
Cuando llegó la hora de irnos, miré por última vez el árbol infestado. A la distancia, bajo la luz del atardecer, las orugas parecían un velo oscuro cubriendo el tronco. Un recordatorio vivo de lo frágiles que somos frente a lo que no conocemos.
De camino a casa, Daniel dijo algo que me dejó pensando:
—Mamá, ese árbol no era malo. Solo estaba lleno de bichitos buscando un lugar para vivir.
Sonreí. En su inocencia había algo de verdad. No era el árbol el que daba miedo, sino lo que nosotros no sabíamos ver.
Esa noche, después de acostar a los niños, busqué en Internet información sobre esas orugas. Descubrí que sus pelos pueden permanecer tóxicos incluso después de que el insecto muere, y que los perros y gatos también pueden sufrir graves consecuencias si las tocan o las huelen.
Pensé en todas las veces que habíamos caminado por parques sin mirar con atención los árboles o el suelo. Y me prometí que, a partir de ahora, enseñaría a mis hijos no solo a disfrutar de la naturaleza, sino también a respetarla y observarla con precaución.
A veces, el peligro no viene con rugidos ni colmillos. A veces, se disfraza de belleza: de un tronco cubierto de “patrones bonitos”, de un momento de calma en medio del día perfecto.
Esa tarde aprendimos que incluso el más hermoso de los árboles puede esconder un secreto inquietante.
 
Y mientras recordaba la mirada curiosa de Daniel, entendí algo que nunca olvidaré:
la vida puede cambiar en un segundo, y a veces, basta una mano extendida para tocar el peligro.